Por: Eloy Gutiérrez Anaya
Todos recordamos aquellas frases de nuestros abuelos que vaticinaban que vendrían tiempos peores, que los que estábamos viviendo no era ni asomo a lo que nos esperaba en el futuro inmediato; pues bien, parece que ese plazo se cumplió y llegaron los tiempos difíciles.
La palabra ladrón ha sido usada durante toda la historia para referirse a la escoria de la sociedad, eran perseguidos, linchados, ajusticiados y sometidos a los más crueles castigos como una manera de enviar un mensaje a los que se adueñaban de lo ajeno, y si era con los impuestos del rey el castigo era peor. La historia romántica nos puede mostrar a personajes que se hicieron famosos por robarle al rey para darle a los pobres, entre esos el muy legendario Robín Hood o el también héroe de la historia México-americana “El zorro”, personajes que hicieron de los forajidos una historia romántica.
Pero como todo modelo tiene su antítesis, en nuestro país abundan los “Hood Robin”, son esos servidores públicos que al ponerlos a cuidar los impuestos buscan las maneras más ingeniosas de apropiarse de ellos, y lo hacen ya sin ningún pudor, sin arrepentimiento y bajo una peligrosa convicción que lo que hacen es correcto, es decir, si Robin Hood le robaba al rey para darle a los pobres, nuestros ladrones les roban a los pobres, pero para beneficio personal.
Lo complejo es poder entender varias incógnitas ¿En qué momento los ladrones se volvieron héroes? ¿Cuándo pasaron de ser repudiados y rechazados socialmente a convertirlos en modelos a seguir? Y no es exagerado afirmar que esta sea la realidad, el mensaje que hoy envía el corrupto a la ciudadanía especialmente a los jóvenes que luchan desde su proyecto de vida a convertirse en profesionales y buscar un espacio en el estado que les permita literalmente “ganarse la lotería” y poder comprar lujos, viajar y ser reconocidos, es precisamente ese, la ley del atajo.
Cada día nos despertamos con una noticia que sepulta a la del día anterior, todas están relacionadas con cifras desorbitantes de recursos que han sido despilfarrados o sencilla y llanamente desviados a manos de terceros y terminan volviéndose solo eso, la comidilla del momento y la tendencia en las redes sociales, pero más allá de la efervescencia que genera la noticia no pasa a mayores. Lo que pasó con Odebrecht, Reficar, el escándalo de los Nule y muchos otros que han generado escándalo e indignación crispan los ánimos y causan un rechazo en la sociedad que sigue repudiando al ladrón, pero de una u otra manera termina emulándolo.
Algo no encaja en la escala de valores que nos enseñaron nuestros abuelos y es la regla en todo el mundo civilizado, desde la ley de Moisés en la biblia cristiana y pasando por el código Hammurabi establecieron que matar, robar, mentir o ambición malsana le son prohibidas al hombre, entonces ¿Será que somos nosotros como sociedad quienes volvimos lo bueno malo y viceversa?
Cuando los ladrones se ven expuestos, apelan a todo tipo de excusas y de justificaciones que parecen sacadas de un manual elaborado por corruptos profesionales; se sienten atacados, demandan penalmente a quien los señale, hacen videos llorando para despertar lastima o sencillamente asumen una actitud de arrogancia pues insisten en que los cargos públicos donde se manejan recursos públicos son precisamente para eso; para “coronar” y el que no lo hace es llevado a la picota publica y es lapidado por torpe, pues salir de un cargo igual de pobre a como entró solo demuestra lo inútil que es; en esas estamos.
Pero quizás lo más indignante es cuando se les pregunta por los recursos perdidos. Ellos siempre manifiestan, sin sonrojarse, que son inocentes, que son sus enemigos que los quieren desprestigiar, que es persecución política, que son falacias, etc. Entonces si no han sido ellos ¿Dónde están los ladrones? Parece que viajando por las playas del caribe o disfrutando de algo que se llama impunidad.
