Por: Antonio Luis Rosado Lopez
¿Te imaginas el mundo a nivel actualidad que de ipso facto quede sin petróleo?, si solo la mínima caída del precio genera pánico global por los factores universales que afectan negativamente las finanzas internas y globales, que tal ese acontecimiento sin alternativas resolutivas sustentables mundialmente, quede a la orden ya.
De cristalizarse dicha acción de seguro que ni los líderes de la economía mundial con la capa y el sombrero de “Mandrake” podrían realizar los ajustes pertinentes a las incidencias que afectarían la estabilidad económica de los países productores y dependientes del crudo y sus derivados.
En todas las latitudes, los países actualmente apuestan más bien, por la recuperación económica y el empleo, en el caso de Latinoamérica esto con más urgencia, debido a que tras la crisis provocada por la pandemia Covid-19 la cual viene siendo “lenta, incompleta y desigual”, según un informe de dos organismos de Naciones Unidas los índices de pobreza y pobreza extrema se elevaron considerablemente.
Pero ¿Qué tiene que ver todo esto del petróleo con la ciudadanía en general?
Es recurrente recordar la existencia de tres tipos de bienes que aportan al crecimiento económico y social de un país, esto cobra pertinencia para ubicar al crudo en su sitial real de la economía nacional e internalizar la manera como el mismo aporta a la medición de bienes y servicios que se cristalizan en la riqueza que produce una nación en el período tiempo/anual, lo que ampliamente conocemos como Producto Interno Bruto (PIB).
En su orden, primero encontramos los bienes Primarios o Commodities, que son los de obtención directa a través de las materias primas provenientes de los recursos naturales, vegetales, y minerales. Los Bienes Secundarios que son los derivados de la transformación de los bienes primarios por la industria manufacturera y la actividad artesanal, y, por último, los Bienes Terciarios, que se refieren a la prestación de servicios como la ciencia, educación, salud, transporte, alimentación, entre otros. Todo ello concatenado y con duplicados unos con otros que con la participación ciudadana fortalecen el tejido social.
Jurar a Colombia sin petróleo en estos momentos de incipiente transición y escasa seguridad energética es más que preocupante, es en sí una decisión de alto riesgo para la estabilidad de la indeleble economía nacional.
Es que según los juiciosos entendidos de la estudiada economía, la TRANSICIÓN ENERGÉTICA es una de las mayores necesidades e imperativos que tiene la humanidad en el presente, no se puede permitir poner a media asta la bandera mundial del compromiso de reducir los gases de efecto invernadero y la de continuar la reducción de las emisiones de gas carbónico, al favorecerlo se estaría obteniendo lo contrario, porque el calentamiento global no hará viable nuestra existencia y la de otros seres sobre la superficie terráquea y es obvio, estar en posición amigable con el planeta.
Colombia respecto a este compromiso global ha tenido una buena calificación, ocupa la honrosa SEXTA MATRIZ ENERGÉTICA DEL MUNDO. El solo hecho de iniciar hace poco la producción a gran escala de Energía Eólica (energía limpia), y de Energía Solar a grandes cantidades reflejará que esa matriz sea cada vez más limpia. Por tanto, es reconocible que el país solo produce el 0.6% de los gases de efecto invernadero y del CO2 del mundo, por lo que otro esfuerzo que se haga viene a representar una reducción muy baja de caras a sus acciones antecedentes a favor del estadio climático. Sin embargo, la salvación y viabilidad del planeta no depende solo del esfuerzo de unos pocos países, esto tiene que ser una acción ejercitada de manera común y consensuada de todas las naciones del mundo al mismo tiempo, con iguales propósito y metas.
Los estados están buscando tener SEGURIDAD ENERGÉTICA, es decir, no depender de otros respecto a la sostenibilidad de poder contar con los combustibles necesarios para suplir las necesidades que se presentan en los millones de hogares, claro, es imperioso racionalizarse para el respetuoso y adecuado funcionamiento de la industria y los diferentes ramos e instituciones que conforman a la nación.
Indudablemente la globalización nos indica que cualquier evento significativo de gran escala en la geopolítica mundial, viene a afectar positiva e inversamente a las economías de los países inmersos o no en los grandes bloques económicos. La reciente invasión violenta rusa que generó la guerra Rusia/Ucrania ha exacerbado el problema generado por la pandemia, ante el pronunciamiento del acabose del petróleo y la minería legal, se puede esgrimir que el país de Vladimir Ilch Uliánov, alias Lenin, produce cerca de 11 millones de barriles de petróleo/día, de los cuales exporta 8 millones que lo convierte en el principal exportador del crudo en el mundo y esa es, entre otros aspectos, su principal fortaleza.
Existen muchos países en Europa expuestos a la vulnerabilidad económica y social por tomar decisiones similares al ofrecimiento que recientemente se le hizo a Colombia, esos países hoy tienen carencia de gas natural, llevando la situación de oferta/demanda a la duplicación del precio del metro cúbico del necesario fluido, caso similar sucede con la gasolina. En países como Francia, España, Alemania que desestimularon la producción de gas natural, actualmente se encuentran afligidos financieramente por depender de otros países para la atención a la alta demanda y necesidad ciudadana.
Es evidente que los países que han perdido su autonomía productiva de petróleo y minera legal, por igual la de sus derivados y relacionados como irremediable estrategia de Seguridad Energética, han visto florecer profundas brechas generadoras de crisis económicas y sociales que se han sumado a las ya existentes multicausales afectaciones negativas de su seguridad alimentaria. Según los altos estudiosos no políticos del caso, los efectos diversos que la reducción eventual de la exploración o producción del crudo en un país como Colombia son incalculables y en cierta forma, irreversibles, si sucede esto se asegura que de inmediato se tendría una tasa de cambio muy alta y la inflación se dispara incontroladamente, ecuación que arrojaría resultados catastróficos sobre la productividad y los precios de los alimentos, al igual que sobre los artículos de primer nivel en la canasta familiar, afectando con más pobreza a todos los hogares del país.
Expresa Bruce Mac Master, si nos remitimos al año 2020, encontramos que Colombia exportó cerca de 41 billones de dólares, de los cuales un aproximado al 50 % de dicho ingreso correspondió al renglón de hidrocarburos y la minería, lo que significa contar con la tasa de cambio que se esgrime actualmente, si desaparece esta divisa, los hogares y el estado no tendrían como pagar los servicios. Por igual, la nación no recibiría los 18 billones de pesos anuales que le permiten hacer inversiones sociales a departamentos y municipios, y tampoco recibiría 6 billones de pesos que se aplican para hacer inversiones por el reglón de regalías asignadas a los entes territoriales.
En este supuesto, el país tendría que invertir de los recursos que no tendría, unos 30 billones de pesos, para poder adquirir el combustible que no produce y se obliga a importar el total de gas natural para todos los hogares e industrias, lo que adicionalmente costaría 3 billones de pesos por año. Pensarlo siquiera, pone de piel de gallina a cualquier desprevenido, es que imaginarse la cascada de consecuencias macroeconómicas negativas del citado juramento de acabar el petróleo, gas natural y minería, no se contaría con regalías para el desarrollo, se adolecería de la posibilidad de tener gasolina en las condiciones actuales. Cuantas maquinarias, vehículos e industria se tendría que comprar a precios súper elevados, sin este recurso la económica no estaría en la posibilidad de afrontar o atender la demanda nacional, originando un caos sin precedentes y el desastre lo pagaría el ciudadano común y corriente, como sucede.
Mientras en Colombia se hace este temido ofrecimiento, Luiz Inácio Lula da Silva, expresidente y nuevamente aspirante en Brasil, responde que su postura sobre la eventual reducción de la exploración de petróleo en su país de la siguiente manera: “si fuera el caso de Brasil no lo podría hacer, no estamos en condiciones de hacerlo, indudablemente el esfuerzo debe ser global”.
Es de consenso nacional combatir la corrupción y castigar severamente a los ciudadanos actores de la fuga irregular del capital estatal, es la consigna ineludible, pero estar frente e inmerso a una provocación generadora de gran inflación y déficit fiscal inimaginable, generador de una hambruna generalizada es superior al calificativo de deslealtad y corrupción totalitaria.
Colombia contó en el mes de enero 2022 con una producción fiscalizada de petróleo de 739.838 barriles promedio día (BOPD), lo cual representó una disminución del 0.73% frente a lo producido en el mismo mes del 2021.