Por: Benjamín Vence Vázquez, ambientalista.
La historia del cemento, se remonta a los Romanos. La roma antigua. Parece que fueron los primeros, en utilizar, en la construcción, una especie de cemento. En Colombia, comienza el uso, desde 1910. Con procesos muy exitosos. En la época contemporánea se observa, como ha sido cementada buenas y extensas, cantidades de tierra. Para obtener las grandes urbes y metrópolis arquitectónicas. Sobre salen grandes edificaciones, que, por su altura, parecer alcanzar el cielo. Como la “Torre de Babel”. En la época cristiana. Se sabe que todo ha sido construido, donde antes había bosques, humedales y variados ecosistemas fértiles. Que siempre han sido fuentes de sostenimiento alimentario. Los políticos-urbanistas, han priorizado la cementación, porque en sus planes de desarrollo esto representa grandes intereses particulares: Perpetuidad en el poder y ganancias millonarias (Como Odebrecht). Todo esto, pasa por encima de la naturaleza y la propia “vida”. El goce y la satisfacción personal sobrepasan el beneficio colectivo. Dejando a su paso la biomasa terrestre, cubierta, en gran parte por el valorado mineral. El factor humano, es excluido del desarrollo y el bienestar social. La concepción progresista, sustenta sus tesis, en la vida, como el centro gravitacional de la gestión y la acción social. En 1789, la Asamblea Nacional de Francia, promulga la Declaración de los D.H. Exalta el derecho a la vida, como la máxima expresión de la humanidad. En la Cumbre Climática desarrollada en Brasil, Se Promueve La propuesta De objetivos De Desarrollo Sostenible – ODS. Donde la meta alcanzable: la humanidad no parecerá de hambre, o sea “hambre cero”. Todos los esfuerzos deben estar orientados a la sostenibilidad de la vida en el planeta. En la era del cemento, se ha ido, desplazando y confinando los nativos: descendientes de los chibchas, taironas, pijaos y un largo etc. La juntanza de estos pueblos, con los labriegos y campesinos, conforman la “ruralidad”. Parte de la Colombia oculta: ignorada, invisibilidazada y alejada de los privilegios sociales: agua potable, vivienda digna, tres comidas por día, calidad de vida etc. Parece ficción. El imperio del cemento se impone, amenazando, toda la humanidad. Esta estará obligada a migrar a otros lugares, menos hostiles; si quieren seguir viviendo. A la vista tendremos 2 opciones: primera. -vivir en el aire, pero hay un inconveniente mayor. El único arquitecto, que se atrevió a construir en la inmensidad. “una casa en el aire”, se fue para el cielo. Con nota de no regreso. Segunda. – escoger para la vivienda colectiva algunos de los satélites que orbitan en el sistema solar, el menos caluroso, pero este ya está loteado y parcelado en su totalidad, con exclusividad y títulos de propiedad, a nombre de Elon Musk, Jeff Bezos, Bill Gate, Luis Carlos Sarmiento, Jaime Gilinski y los Char. El resto de los mortales, si queremos continuar con vida, nos toca quedarnos aquí: reparar el planeta, sembrar millones de árboles, cuidar el agua, formar en la sociedad “La cultura de la vida” y amor por la naturaleza. El llamado progreso. Sostenido en la construcción de galerías, gigantes edificios y vías 4G, es soló sofisma, convertido en una barrera de la acción imaginaria, perversa, de colectivos sin humanidad. Diferencia entre el cemento y la comida. El cemento no se come.