Por Gregory S Navarro Jiménez
En días pasados fue noticia la caravana de camionetas blancas de ganaderos del Magdalena, que salieron en grupo a defender sus predios de invasores, que descaradamente estos últimos ya habían hasta delimitado con aerosol rojo, loteando que parte de la propiedad les correspondería. Las imágenes y la prensa amarillista se prestaron para especular la creación de nuevos grupos paramilitares. Nada más alejado de la realidad: Defender su propiedad que han conseguido con su trabajo y el de sus familias a lo largo de las décadas.
Y es que precisamente, se ha vendido un sofisma de odio hacia las socialités como si tener bienes fuera un pecado. Promoviendo una oleada sistemática de ataques contra este sector de la población que más allá de su clase social, son personas, como usted y yo que gozan de los mismos derechos y obligaciones. Es por ello que hoy les vengo a contar el trasfondo de las llamadas invasiones, que realmente, distan en su mayoría de ser asentamientos humanos de personas vulnerables, a realmente convertirse en focos de alerta donde corre riesgo la vida de quienes las habitan como de los ciudadanos alrededor de las mismas. Esta es la historia:
Por relatos orales he podido conocer que las personas que años atrás invadían un terreno, realmente no tenían manera de pagar un arriendo y más utópico sería pensar que tendrían para la compra de una casa. Estas personas realmente vulnerables, invadían por absoluta necesidad y no por capricho. Las invasiones de hoy distan de la necesidad real de antaño; hoy son bandas criminales las que promueven estos asentamientos humanos: Buscando a los ciudadanos incautos, que en su buena fe caen en las artimañas de estos mafiosos de la necesidad, quienes cobran altas sumas de dinero por entregarles los lotes y luego al llegar el verdadero dueño de las tierras, con orden judicial y el escuadrón antimotines, inician trifulcas donde pelean por lo ‘suyo’, y es que no es para menos, posiblemente lo que reunieron con tanto esfuerzo para tener algo propio, se les va como agua entre las manos a causa de un engaño que los deja sin esperanza y sin techo donde dormir.
Lo más grave del asunto, es el riesgo que tiene la vida de todas las personas allí asentadas, desde los recién nacidos hasta los adultos mayores, que empiezan a habitar en un espacio donde se evidencia el tráfico de estupefacientes y conviven en el sector con delincuentes, que empiezan guerras por territorios, donde la historia ha demostrado que por balas perdidas han muerto niños, jóvenes y adultos.
Otro factor a tener en cuenta, es la ausencia de los servicios públicos en especial el agua, donde infortunadamente no cuentan con el preciado liquido y el que logran conseguir en acequias no cuentan con las condiciones de potabilización dignas, generando enfermedades en el sistema digestivo de sus consumidores. Si hablamos del servicio de luz, a través de conexiones fraudulentas se conectan a la red del fluido eléctrico causando un déficit, que termina siendo dividido entre los consumidores legales cercanos y pagado por ellos, otra causa más del alza de las tarifas.
Si revisamos el tema, desde el punto de vista ambiental han hecho ‘boja’ con el deterioro de los terrenos que en parte no están preparados para la construcción de edificaciones, llegando los ‘ay, ay, ay’, en temporadas invernales como las que pasa el país por estos días donde las fuentes hídricas tienen memoria y buscan su cause, llevándose consigo las improvisadas viviendas, que también se lleva sus esperanzas de tener algo propio.
Así podríamos seguir narrando esta problemática, sin embargo, es hora de hablar de las soluciones de ‘Poner en Orden’, como diría el Señor Alcalde, a estos ciudadanos: Desde Fonvisocial, deben colocar en marcha una estrategia de vivienda efectiva que verdaderamente llegue a las personas que cumplen con los requisitos mínimos para acceder a este beneficio de vivienda, censando a los ciudadanos en condición de vulnerabilidad y no de avivatos que ya gozan de predios a su nombre, y solo buscan la manera de seguir creciendo su patrimonio al precio que sea necesario.
De la misma manera, es necesaria la oportuna acción de la administración municipal en todo sitio que pretendan invadir desde el momento en que empiezan a llegar invasores, pues con el tiempo el problema se aumenta, tanto en el orden público como sucedió en la invasión Porvenir la semana anterior, como en la vida de los vecinos de los sectores aledaños que empiezan a padecer por la delincuencia, la desvalorización de sus predios y los problemas sociales en los que empiezan a verse involucrados solo por estar alrededor de estos asentamientos.
Como último dato, es interesante ver como los honorables concejales guardan silencio frente a estas invasiones, quizás, porque solo aparecen cada cuatro años a prometerles legalización de terrenos e instalación de servicios públicos, a cambio de votos, pero tan pronto toman posesión de sus curules, olvidan a todo aquello que huela a necesidad.
Estamos a un año de las elecciones y recordarán mis palabras al ver a los más humildes políticos con el agua hasta las rodillas codeándose de gente, no más para simpatizar con ellos y engañarlos como todos unos mafiosos de la necesidad.