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domingo, diciembre 22, 2024

Columna: «LOS HIJUEPUTAS»

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Eloy Gutiérrez
Columnista

Según el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española (RAE), “Hijueputa” es una forma vulgar de denominar a alguien “mala persona”, el carácter ofensivo del término procede de la utilización de la palabra “puta”, un sinónimo peyorativo de prostituta. (Fuente Wikipedia); pero en el fondo y con el pasar de los siglos, un sector de la sociedad conservadora convirtió a las putas en las lacras de la sociedad, eran vistas como una mancha que traía podredumbre al mundo, portadoras de enfermedades y las familias que llegasen a tener una puta dentro de sus miembros eran malditas por siempre.

Las putas atemorizaban a las doñas, pues sus maridos caían sucumbían ante los encantos de estas y los conflictos que surgían en los matrimonios era algo serio; pero las cosas se volvían catastróficas cuando una puta tenía un hijo, este bastardo cargaba con el estigma de ser el hijo de una puta, traído a este mundo no fruto del amor, sino del pecado, de la vagabundería y de no saber a ciencia cierta quien era su padre; desde ese momento era un pobre hijo de puta.

A través del tiempo el termino se siguió usando como adjetivo soez, para ofender y para endilgarle a alguien lo mala persona que podría ser; hoy en nuestros días, seguimos usándolo para recordarle a esas personas que son merecedoras de tal adjetivo, particularmente a aquellos que a sabiendas que sus actos afectan de manera seria a los demás siguen actuando como tales, a continuación, una lista de los merecedores de un “hijueputazo”.

 

Quien maltrata o hace sufrir a su propia madre o padre.

Viola, asesina o maltrata a un niño Maltrata o mata a un animal indefenso.

Practica la sevicia, alevosía contra un ser indefenso.

LOS HIJUEPUTAS Se salta una luz en rojo conscientemente.

Cuando teniendo la responsabilidad de administrar justicia, utiliza la justicia para cometer injusticias.

Le quita el silenciador a la motocicleta y sale a las calles a altas velocidades y acelerando para hacerla más ruidosa.

El que se gana la vida a costa de lo ajeno.

Al servidor público que usa su dignidad para robar y favorecer amigos y familiares.

El que trafica con la fe y se enriquece a costa de sus fieles.

El que defiende al hijueputa.

Saca a hacer necesidades a su perro en el césped del vecino y no recoge el estiércol, pero además se molesta cuando le reclaman su acción.

El que hace fortuna a costa del sudor, las lágrimas y el dolor ajeno.

El que llega a media noche y hace parranda hasta la madrugada con música a todo volumen.

Cuando imbuido de autoridad para defender o hacer cumplir la ley, se vuelve autoritario y abusivo.

El que desprecia la vida en todas sus expresiones y justifica la barbarie.

Quien tiene la responsabilidad de informar a la sociedad y en vez de eso la manipula.

Todo aquel que con sus actos haga sentir miserable a sus semejantes…

El problema es que en este mundo “moderno” las putas se convirtieron en un “ejemplo” de emprendimiento y ya es muy difícil distinguir entre lo que moralmente despreciaban las sociedades conservadoras y la vida liberal que llevan hoy, actualmente se pueden ver como con ciertos eufemismos las matriculan como “Empresarias” o en esa zona gris entre lo permitido y lo inmoral camufladas en actividades donde es muy difícil distinguir lo uno de lo otro, pero que es muy evidente que no se dedican precisamente a hacer empresa; pero que importa, mientras ganen mucho dinero, todo se vale.
Cierta vez la hija llega a donde el padre y le dice: “¡Padre, quiero confesarte que soy prostituta”! El hombre entra en cólera y le grita: ¡Desvergonzada! ¡Fuera de mi vista! ¿Así es como me pagas? Yo que te inculque valores, responsabilidad y respeto, ¿Me sales con esto? ¡Largo de mi vista! La muchacha antes de marcharse le dice: Ok, papa, te iba a dejar las llaves de un nuevo apartamento y carro último modelo que te compré y esta estacionado en la puerta de la casa; siendo así me llevo todo. Espera hija, espera, ¿A que es que me dijiste que te dedicas? Soy prostituta, papá.
Ay hija, perdóname, yo te escuché que eras protestante.

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