Muchos recordarán a un señor con aspecto de habitante de calle que talló un cristo en el parque de las madres ubicado en la ciudad de Valledupar en el departamento del Cesar, la escultura que aún se conserva en un árbol del lugar fue testigo del hombre nuevo en el que se ha convertido Pedro Antonio Ortega Durán.
Esta talentosa persona, llegó a las calles tras sumergirse en el mundo de las drogas, del que le costó mucho tiempo salir, Pedro conoció las drogas a los 17 años, desde ahí el rumbo de su vida estuvo lleno de dificultades, “Después de cuatro años de indigencia, yo tomo la decisión de internarme luego de hacer el cristo del árbol. Era una situación triste por la humillación de la gente y la manera en que andaba era infrahumana; comía porque a veces pedía, era una vida totalmente triste”, recordó.
El escultor reveló que nadie lo incitó al consumo de drogas y lo difícil que fue alejarse de ese mundo. “el ser humano en la adicción no tiene estabilidad de ningún tipo, puedes estar hoy en una parte y mañana en otra. Eso lo mantiene a uno en la calle y uno mismo es culpable de eso, uno mismo se mete en eso y hace todo, es una enfermedad que uno adopta”, dijo.
Pero pese al tiempo transcurrido en las calles, la decisión de recuperar las riendas de su vida finalmente llegó. “Lo más importante de este cambio fue que me di cuenta del talento que tenía y que me serviría para salir adelante y dejar ese mundo”.
Confiesa que una de sus mayores motivaciones para dar ese paso fue su hija, a quien no había podido reconocer mientras estuvo en las calles. “Mi hija juega un papel muy importante en mi vida y hace parte de esa decisión; ya está grande y ahora me necesita más”.
La influencia del cristo del árbol en su vida
El escultor recuerda que empezó a tallar a Jesús un primero de marzo de 2021, terminándolo una semana más tarde, día de su cumpleaños número 47, sin imaginar lo que vendría después. Empezaron a llegar personas a visitar la obra, tanto de la ciudad como de otros lugares del país, y fue así como se conoció su historia.
Para Pedro, esta obra representa todo lo que es hoy en día, “la gente me conoció gracias a esta obra. Me motivé a tallarla por mi proyecto de escultor. Fue un regalo que me hice, tuvo bastante publicidad, bastantes visitas”. Incluso, dio detalles de algunos milagros que ya se le atribuyen al Cristo del árbol, uno de ellos es el de un joven proveniente de Bucaramanga que encomendó a su papá para que se sanara, y si eso pasaba él venía hasta el cristo del árbol (creo que está demás) y al parecer sus oraciones fueron escuchadas.
Además, Pedro está inmortalizado en la obra, pues en el momento que la talló, incluyó rostros de ángeles y su propio rostro, cómo lucía en aquel momento.
Así fue el proceso de rehabilitación
La fuerza de voluntad fue lo que sacó a este hombre adelante. Su proceso de rehabilitación lo recibió en la fundación Hombres de Bien, tras la insistencia de la primera gestora del departamento, Cielo Gnecco, quien se acercó a Pedro en varias oportunidades con la intención de ayudarlo, pero él se negaba, hasta que finalmente cedió y fue internado por su voluntad. Durante el proceso que duró ocho meses, recibió terapias psicológicas y estuvo bajo el cuidado de especialistas, pero reconoce que no fue nada fácil. “Lo más difícil del proceso es aceptar el error que uno tiene”, expresó. Ahora, a sus 48 años, con una apariencia distinta, luce feliz, renovado y dispuesto a recuperar el tiempo perdido con su hija y su familia, quienes están totalmente dichosos de tenerlo de vuelta en su casa en el barrio Obrero donde reside con su mamá. En cuanto a su trabajo, sigue realizando obras y espera contar próximamente con el respaldo del alcalde de Valledupar, Mello Castro González para poder terminar la escultura del Cristo del árbol, que tanto significa para él.
