La sociedad ha estado marcada durante toda su historia en mundos paralelos, vivimos en dos mundos, uno es el real, donde somos nosotros como personas, que manejamos conductas reales, que nos comportamos como seres sintientes y otro es el mundo de las redes sociales, donde nos disfrazamos de valientes, escondidos detrás de un computador o de un celular somos capaces de tomar determinaciones y ejecutar acciones que en el campo real seriamos incapaces de realizar. Así quedó reflejado en las elecciones parlamentarias que acaban de culminar, en el mundo de Twitter donde se dan cita los ciudadanos y hablo de ciudadanos porque los que se dan cita en esa red social ya ejercen su derecho al voto. En esa red, se armaron una serie de debates, donde se hablaba del cambio, de trasformación, del castigo en las urnas, y una serie de cosas que el día domingo no se reflejaron, es decir esos discursos ‘veintejulieros’ se quedaron allí en esa red, donde no participan todos los estratos sociales.
Donde sí participan todos los estratos sociales es en las urnas, allí converge todo el mundo, el que desde el estrato seis, hasta el de estrato bajo que nunca ha participado en un Space de Twitter, ni sabrá qué es eso, y como la comunidad de Twitter es minúscula como la concentración del poder en Colombia, los de a pie son los que deciden quien sigue o quien sale de las esferas del gobierno. Es por eso, que las repercusiones de lo que se plantea en una red social como esta tiene repercusión mediática en la élite nacional, más no en las clases populares del país, porque sencillamente las clases populares no hacen parte de las redes elitistas.
En el departamento del Cesar pasa algo muy particular y es que todos conocen el poder del establecimiento y como opera, entre ellos los impolutos internautas creadores de Space que se sumergen en un debate profundo de horas en Twitter y hablan de lo bello y lo divino, pero cuando terminan su súper debate salen a beber finos licores con los dueños del establecimiento, entiéndase por establecimiento (los clanes políticos que manejan las riendas del departamento del Cesar). Pero no es solo beber finos licores y departir en restaurantes exclusivos de la ciudad, sino que además tienen relaciones contractuales con los clanes políticos, lo que les impide que lo que esbozan detrás de la pantalla de un aparato digital lo lleven a la realidad, porque sencillamente hacen parte del establecimiento.
Mientras esto sucede en la sociedad impoluta del Cesar, la gente de carne y hueso, la que pasa hambre y ve en la política la opción de llevar al menos por un día los tres platos de comida a la mesa con los 50 mil pesos que le da la clase política por el voto, deciden quien legisla en el congreso, aunque en su léxico no exista la palabra legislar. Así está estructurada la dinámica y así se reflejó este domingo en las urnas, los dos grupos políticos que no se disputan el poder, sino, que se lo comparten, se volvieron a quedar con sus curules en el congreso, la gobernación con sus cuotas, y el grupo de ‘Ape’ cuello con sus credenciales.
Ese mundo paralelo del que hablamos también afectó a los políticos que pensaron que con una campaña en redes sociales era suficiente para cautivar los electores y fracasaron. Mientras muchos crean que los debates en redes sociales le llegan al elector primario, o crean que a través de un Space en Twitter van a cautivar electores seguirán dándose los mismos resultados, es decir, los impolutos tratando de cambiar conciencias para favorecer a los que tienen sumergido en el poder, mientras ellos seguirán con su conciencia podrida, los pobres seguirán eligiendo quien nos representa.