Por: Juan D. Sánchez Gutiérrez
Analogías con hechos históricos sobre la antigua y actual percepción en política de la población riodorense.
“El mundo no se ha hecho para los pueblos cobardes”, Río de Oro no “fue” un municipio cobarde. Detalladamente, se debe argumentar por qué “fue” se conjuga el verbo en pretérito perfecto simple y por qué se emplean las comillas en él. En cuanto a la cita, es mejor no decir el autor para no entrar en polémicas a cerca de lo políticamente correcto.
Este municipio histórico, ubicado al sur del Cesar, alguna vez fue objeto de halagos por parte del prócer de la independencia, el General Francisco de Paula Santander, debido al determinante compromiso y su actitud rebelde en favor de la causa libertadora, arribando la segunda década del siglo XIX.
En datos extraídos de la ‘Revista Diáspora: De Héroes y Tumbas’ se detalla un hecho histórico en particular. Se trata del aporte de esta comarca, que paga el tributo con un puñado de hombres jóvenes, quienes no en vano soportarían los desgarradores tormentos de la guerra, que más adelante daría sus frutos con la expulsión de los representantes del Imperio Español en la Nueva Granada.
Por esos días el Imperio Español se encontraba en una revuelta popular debida la imposición de José Bonaparte como nuevo rey de España. Este babel surgió posterior a la claudicación de Carlos IV y en un lapso mínimo de su hijo Fernando VII. Todo esto sucedió bajo la presión del entonces emperador francés Napoleón Bonaparte.
En esta parte del artículo resalta aquella frase que resulta conveniente aplicar a este contexto histórico: “cuando el imperio flaquea, sus oprimidas colonias respiran”. Pues exactamente esto sucedió en América. Ante el caos que se desató en la península ibérica por la imposición de un rey francés, los criollos tuvieron que decidir por su futuro y aprovechar la debilidad del imperio para llevar a buen puerto su causa independentista.
‘El Libertador’ necesitaba conformar un ejército y para ello, se movilizó por diferentes puntos de la región. Este se hospedó en Gobernador, vereda aledaña a este municipio. Su rumbo estaba dirigido hacia Río de Oro y Ocaña con el objetivo de amasar soldados voluntarios para la inminente guerra.
Por el año 1813 Simón Bolívar llegó a tierras riodorenses, mirando con perspicacia quiénes podían unirse a su movimiento independentista. De la rebelde población riodorense se unieron 70 hombres a la causa libertadora, de este puñado de hombres, destacó un valiente joven; Nazario Díaz, un muchacho alto de estatura, de carácter y espíritu revolucionario. También Quintín Sánchez y el encargado de gestionar la reunión de este pelotón, quien su identidad sigue siendo desconocida.
De Nazario Díaz se cuentan elogios sobre su participación en la guerra. En la ‘Revista Diáspora: De Héroes y Tumbas’ se relata que, luchó a la par de Simón Bolívar en La Batalla de Boyacá, en el Pantano de Vargas, en el Puente de Boyacá y en la Batalla de Cúcuta. Díaz es considerado el soldado más antiguo y se cree que pudo ser el único sobreviviente de la compañía riodorense.
También se supo que combatió en tierras venezolanas, donde se destacó en las escaramuzas libradas contra el Imperio Español. Díaz se ganó un ascenso en el Ejército Libertador, en el que escaló al puesto de sargento primero del Ejército Patriota. Sin asomo de dudas, Río de Oro hizo un sacrifico inenarrable con las vidas de sus hijos caídos en acción. Y por esto se llega a la conclusión de que Río de Oro no fue un pueblo cobarde.
La decadencia
Este recuento histórico es imperativo para entender la analogía que se hace en este artículo, pues la gran mayoría de la población riodorense actual, no tiene ni la mitad de esa tenacidad y ese carácter osado que tuvieron sus antepasados.
Qué frágil es la memoria humana, frágil y selectiva en este caso, pues en esta sociedad, quinquenio tras quinquenio, es económicamente saqueada por una caterva de codiciosos y defraudadores políticos partidistas, cuyo único objetivo de su mandato no es buscar el bienestar de la población, sino simplemente llenar sus bolsillos vacíos.
“Si por los medios que están al alcance de un gobierno se precipita una nacionalidad en la ruina, entonces la rebelión no solo es un derecho, sino un deber para cada uno de los hijos de ese pueblo”; escribe el autor que es mejor mantenerlo en el anonimato por lo de lo “políticamente correcto”.
Pero qué ciertos resultan sus párrafos, el sentimiento nacionalista debe despertar en esta comarca, que como si de masa se tratase, olvidan todas sus penurias año tras año mediante bailes en sus canchas, fiestas en sus plazas y retretas en sus calles.
La corrupción en esta población está acompañada con acérrimo recelo del cinismo, pues los partidarios de esta, la justifican de forma necia e irrisoria. Su gabela más lucrativa, es la contratación para “financiar” grupos culturales, grupos vallenatos y una larga lista de elementos logísticos, que por lo general sobrevaluan costos de los mismos para “sacar su tajada del pastel”.
Este flagelo resulta rentable para sus benefactores, pues estos, quedan pensionados al asegurar contratos con futuras administraciones. Las ilegales pensiones se traducen en la posesión de camionetas de alta gama, casas avaluadas en más de 900 millones pesos en las ciudades cercanas o capitales de departamentos aledaños a la población.
Este es un fenómeno que debe erradicarse de la comarca, pero principalmente el cambio debe ser intelectual y cultural en los habitantes de la misma, pues son ellos los responsables de elegir y hacer veeduría de la buena praxis en las elecciones.
Lo anterior es resultado de un análisis de trágicos hechos históricos de personajes cuyas vidas fueron cegadas por liderar movimientos sociales que buscaban establecer garantías y bienestar a sus poblaciones. Mentes brillantes como las de Martin L. King, Sam Cooke, Harvey B. Milk, Jorge E. Gaitán, Álvaro Gómez, Mahatma Gandhi, John F. Kennedy, Indira Gandhi, Benazir Bhutto y una extensa lista de valientes fueron silenciadas por enfrentarse al mal.
Es utópico pensar de estas maneras, pero es importante resaltar que, hoy no sobran los valientes, pero sí sobran los cobardes.