Por: Jesús David días Almendrales
Los semáforos, como dispositivos de señales callejeros, cumplen la función de brindar orden peatonal y vehicular, previniendo así accidentes y/o choques en las modalidades mencionadas anteriormente, aportando también a través de su función, normalidad en rodamiento transportador, generando equilibrio, accesibilidad y seguridad mediante la regulación funcional. Sin embargo, este dispositivo en muchas partes de Colombia resulta importante no solo hacia la limitación y control, también, por lo percibido con relación a las situaciones de pobreza, mendicidad, hambre, carencia y silencio
Para comprender esta situación, no solo basta con percibir de frente o lados, hay que enfrentar desafíos para ayudar a la obtención beneficiosa de aquellas personas que demuestran y determinan su paupérrima condición. La presencia tanto de menores de edad, como adultos, rebuscándose en estos lugares, genera inquietudes, e incomodidades para muchos que, día a día, deben detenerse para cumplir con esta regla de tránsito, interrogantes como ¿cómo harán para comer y vestir? ¿Dónde duermen? ¿Vivirán allí? Entre otras incógnitas, hacen parte de este contexto.
La ley de movilidad indica que carros y motos (de más 125 cc) deben pagar impuesto obligatorio por la utilización de este dispositivo colorido para mantenimiento, revisión y corrección del componente eléctrico de los sistemas de semáforos en las ciudades, de ese dinero, nunca se tendrá en cuenta las penurias de aquellos considerados habitantes permanentes de estos sitios, solo quien experimenta la pobreza en el semáforo espera la caridad oportuna, de aquellos altruistas quienes brindan monedas, billetes o comida, no hacen apagar la esperanza de aportar a la salida condicional en que se encuentran. Otra manera de ver la pobreza en estos lugares, de Colombia, es reflejada en ventas de periódicos, comestibles, ropa, artesanías, malabarismo, y otros espectáculos.
En el semáforo, no sé ve el límite de la pobreza, y más en un país donde está sobreabunda y los impactos despampanantes dejan rojo de la impresión, aquellos que desconocen por parte o por completo lo encontrado allí. A través del tiempo, quizás no hay datos registrados, de la pobreza en los semáforos, posiblemente estos datos permitan planear, organizar, direccionar y controlar este ambiente externo de sufrimiento, dolor, inestabilidad laboral, y muchas otras inconveniencias ya sean particulares o conjuntas.
No hay que desconocer en relación con este tema, la migración y el duro golpe económico dejado últimamente por causas del Covid 19, a nivel nacional, produciendo el incremento de esta situación, cuyas consecuencias en los casos de los niños fue la exposición al trabajo y mendicidad infantil, generando así otros problemas como la deserción escolar, falta de garantías en la salud, la emigración y migración a lugares desconocidos, para enfrentar la cruda y dura realidad vital.
Cuando las necesidades humanas, atacan por su misma naturaleza, no importa contrariar las adversidades, la exposición al peligro, el miedo, la pena, los desafíos, solo se busca la forma de sustento y refugio vital y el semáforo para muchos seres humanos en Colombia, se ha convertido en ese instrumento aliado, para ver en la congestión vehicular la superación calamitosa que conlleve a ganar el pan de cada día.
Ante esta problemática, entidades como el Instituto Colombiano De Bienestar Familiar (ICBF), el DANE, Ministerio De Transporte, Ministerio Educativo, Ministerio De Vivienda, u otros organismos estatales, deberían proponer de forma eficiente y eficaz programas solubles, propuestas innovadoras y técnicas elementales generadoras de cambios, así como el dispositivo del semáforo, para no quedarse siempre en rojo el estado de pobreza, sino dar paso al verde de la prosperidad, bienestar, equilibrio y sobre todo superación para el crecimiento social y prosperidad, bienestar, equilibrio, para aquellos merecedores de un mejor presente y porvenir en relación con el tiempo.
