Eduardo L. Gullozo
Cada temporada trae consigo algo que es de poco agrado: las lluvias con sus inundaciones, el verano con su insoportable calor y el periodo político con sus charlatanes. Estamos atravesando un periodo político bastante enredado, y es muy probable que veamos caras viejas que de tiempo en tiempo piden nuestros votos como el diablo al alma de un miserable moribundo, y luego, como poca cosa, nos dan sus espaldas hasta que su tiempo se cumpla. Este es el ciclo de la muerte de la ilusión política y con ella el demérito de la Meritocracia.
Habrá caras nuevas, y muy probablemente nos convenza con su discurso de cambio, pero hay que mirar detalladamente, no sea que estemos en frente de una réplica de los que siempre han gobernado, los mismos que a cambio de unos votos ofrecen láminas de zinc, tamales y dinero.
Seamos cuidadoso, no sea que nos suceda como a los ratones en la fábula de Mouseland, escrita por Clarence Gillis:
«Mouseland era un lugar donde todos los ratoncitos vivían y jugaban, donde nacían y morían. Y ellos vivían de la misma manera que tú y yo lo hacemos. Incluso tenían un parlamento y cada cuatro años tenían elecciones. Caminaban rumbo a las urnas y votaban. Algunos hasta obtenían alguna ventaja, una ventaja que recibían cada cuatro años.
Y cada día de elecciones todos los ratoncitos acostumbraban a ir a las urnas y elegían un gobierno. Un gobierno formado por enormes y gordos gatos negros… ellos eran buenos compañeros, conducían el gobierno dignamente, elaboraban buenas leyes, es decir, leyes buenas para los gatos. Y estas leyes que eran buenas para los gatos, no eran muy favorables para los ratones…
Todas estas leyes, eran buenas para los gatos, aunque para los ratones eran bastante duras. Y cuando los ratones lo tuvieron más y más difícil, y se cansaron de aguantar, entonces dijeron que tenían que hacer algo al respecto. Por lo cual, fueron en masa a las urnas, votaron contra los gatos negros y eligieron gatos blancos.»
La fábula de Mouseland es una analogía entre la realidad política de muchos de las ciudades donde gobierna gente corrupta que solo favorece a los de su clase. Y lo más irónico es que al igual que los ratones, nosotros somos quienes elegimos el mal que nos azotará durante cuatro años seguidos.
Moraleja: se acercan las elecciones regionales y muchos gatos habrá por ahí, negros, blancos y amarillos, queriendo que usted los elija para que ellos le gobiernen a sus antojos. Y si elegir fuese un mal necesario, entonces elija el que menor mal vaya a provocar, y tengo la sospecha que ese será el que no comprará votos, sino el que, a pesar de todo, hace política limpia y su interés es el bienestar de la mayoría; no confíe en la propaganda, ni en la publicidad y mucho menos confíe de la maquinaria política. Elija a consciencia, no venda su voto, procure tener un poco de compromiso cívico, tómese el tiempo de conocer el historial del candidato y sobre todo considere las alianzas que hace, ya que, si el estado en el que está nuestra ciudad es gracias a la gestión de los mismos con las mismas, entonces todo seguirá igual si en lugar de elegir un gato negro elegimos uno blanco.